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¿Es tá el ser humano preparado para el final de la v ida?
Es sorprendente que siendo la muerte la sombra de la vida, se aprenda cualquier oficio y se olvide, o se intente olvidar, que uno ha de morir. Todo contribuye a tal olvido. Por un lado, la presión de la sociedad, que introduce la ficción de que somos eternamente jóvenes y, por otro, el miedo que tenemos a enfrentarnos con una realidad ineludible.
¿Ve la eutanasia como una posibilidad?
Por supuesto que es una posibilidad. Yo añadiría que debe ser también un derecho cuando las circunstancias lo requieran. En tales circunstancias destaca la libertad clara del paciente. Naturalmente para que esto se lograra debería cambiar la legislación española.
¿Son los cuidados paliativos un derecho del ser humano?
Según la reciente ley de muerte digna hay que garantizar el derecho a los cuidados paliativos. Pero una cosa es garantizarlos teóricamente y otra, aplicarlos de verdad. Por cierto, el primer
país que ha puesto en práctica tal derecho ha sido Bélgica. Deberíamos imitarle.
Sólo añado que el paliativismo alivia el dolor pero no el sufrimiento que, más allá del daño físico, se muestra intratable.
Por eso, un paliativismo que se enfrente radicalmente a la eutanasia no me parece justo.
Su último libro habla del amor. ¿Es necesario en es te último tramo de la vida?
El amor se puede enfocar desde muchas perspectivas. En lo que atañe al amor al final de la vida, suele hablarse de ortotanasia. A mí me parece que esto está muy bien siempre que no se limite ese bien morir a una concepción religiosa que niega la eutanasia en cuanto tal.
Al final de la vida tal vez lo que más desea uno es que los que le quieren se lo demuestren con toda la ternura posible.
El final no se evitará, pero podrá ser el mejor final posible.
¿Qué papel cree que tiene el filósofo en la sociedad actual?
Creo que el de siempre, es decir, señalar aquello que habitualmente se oculta, incitar a que seamos críticos y autocríticos, y luchar con todas sus herramientas contra el engaño y el autoengaño.
Hoy esa tarea es difícil ante un poder que todo lo domina. El filósofo de verdad debería ser lo suficientemente valiente como para enfrentarse con ese muro. Y, cosa importante, de la misma manera que debe estar en contacto con lo que sucede en la vida cotidiana, ha de tener el oído atento a los desarrollos científicos. Sólo así su palabra no quedará en mera retórica.
¿Falta reflexión?
Sin duda. Me parece que es un defecto fundamental de nuestros días. Todo colabora a que no nos parecemos y miremos al mundo y a nosotros mismos para orientar nuestra vida y hacer todo lo posible para ser felices con nosotros mismos y con los demás.
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